EL TREPA DE PALACIO
Musical bufo
Braulio Cortés.
Felipe Loza.
Aitor Echarte Merino, Diego Pérez, Leire Ormazabal, Nahikari Rodríguez, Unai Elizalde Zamakona, Yeray Vázquez.
Eneritz García.
Quique Gago.
María Casanueva, Susana Díez.
Unai Elizalde Zamakona.
Leire Ormazabal.
Betitxe Saitua.
Nerea Rodríguez, Karmele Corona.
Lucía Sáiz Báez.
Pabellón 6 – Gazte Konpainia.
Adrián García de los Ojos.
Pocas veces se vio en España mayor corrupción y desenfreno que durante el reinado de Fernando VII. Favoritos del Rey, amigos y allegados, manijeros profesionales, pelotas escandalosos, arribistas sin escrúpulos… todos pintaban algo en aquella corte despampanante. Pero nadie como el bailarín Antonio Ugarte – Un, dos, tres – supo bailar el agua al monarca absoluto, nadie como aquel vizcaíno locuaz y vivaracho puede ostentar con más derecho el título indecoroso de Trepa de Palacio.
Palabras del autor, BRAULIO CORTES
A Antonio Ugarte lo encontré por vez primera danzando por una novela de Galdós. El libro estaba plagado de corruptos y sinvergüenzas, pero este tenía algo especial. ¿Un niño vizcaíno que llega a Madrid con una mano delante y otra detrás, que se introduce en la alta sociedad como profesor de baile, que trepa y trepa peloteando sin pudor y sirviendo a la nobleza en sus chanchullos hasta llegar a ser mano derechísima del rey Fernando VII? Venga, por favor, ¡cómo resistirse!
Indagando más sobre Ugarte, entre contradicciones y papeles quemados, aparece un personaje encantador, un político absolutamente inepto con una inusitada confianza en sí mismo y sin remilgos para gobernar, un patriota excesivo que hasta sus últimos días no dejó de ser fiel a Dios, a Fernando y al dinero.
¿Qué hacemos con todos estos ingredientes, qué hacemos? Un musical me pide el cuerpo. Un musical golfo, bufo, ¡un cachondeo! Una mirada carnavalesca, satírica, grotesca. ¿Cómo retratar si no una corte en la que reina el amiguismo, que pone marcha atrás al país varios siglos y que profiere soflamas patrióticas al tiempo que dilapida sin compasión la vaca flacucha de las arcas públicas?
Algo golfo, muy golfo.
El reto ahora era dejar de contar. Renunciar a citar todas las barrabasadas de esa camarilla de adoradores y buscar el tono, el color, la música que debía acompañar la obra. Buscar la perspectiva, una perspectiva basada en lo popular. Al final es buscar dejar un buen material para que luego director e intérpretes (el teatro es de los actores) puedan sacar provecho como han hecho en la puesta en escena.
No es un retrato, es un garabato. No es una obra histórica, los hechos nos sirven de estructura en nuestra carpa de despropósitos. No es un bio-pic, no tengo muy claro qué es eso. Es un juego de luces en la oscuridad, un disparate como un siglo de grande.
Cualquier paralelismo con la actualidad es pura casualidad. Una casualidad que no pretendemos ocultar. Pero que quede claro que la historia no se repite. Eso nos dejaría indefensos, sin manos, sin voz. La historia se cocina siempre de nuevo, aunque con ingredientes similares. Los que siempre se repiten son los mezquinos Ugartes.
Palabras del director, FELIPE LOZA
“El Trepa de Palacio” es un musical bufo, es decir, una comedia que, utilizando la canción y el baile como elemento contundente del espectáculo, se inspira en la farsa para generar la risa del espectador, satirizando aspectos ridículos y grotescos de algunas conductas humanas, específicamente las de los políticos corruptos en la corte de Fernando VII.
En resumen, es una comedia musical histórica.
Pero este viaje al pasado, no es una huida del presente. Muy al contrario, “El Trepa de Palacio” ofrece situaciones reales de corrupción, que tuvieron lugar hace doscientos años, pero que, salvando las distancias de ropajes decimonónicos y terminología en desuso, parecen ahora tan grotescos y esperpénticos como los vividos en este país en el siglo XXI, y que siguen siendo materia fundamental de nuestro modernos telediarios.
El retrato que los historiadores hacen de este rey Fernando VII es devastador. Su propia madre, la Reina María Luisa, dejó una breve descripción de él: “Ese marrajo cobarde de mi hijo”… (marrajo: tiburón de aleta corta, dice la Wiki).
Cobardía para huir del peligro, y astucia para que otros corriesen el riesgo de enfrentarse al enemigo. Adulador con el poderoso Napoleón hasta el servilismo. Vengativo sin escrúpulos con sus enemigos más débiles.
Mentiroso, infiel, egoísta, cuyo único objetivo es mantenerse en sus privilegios a costa del sufrimiento de su pueblo. Acomplejado vanidoso que se rodeaba de pelotillas mediocres. Traicionero y vengativo hasta el sadismo. Un abusón tonto y caprichoso, incapaz de tomar decisiones razonables, un inútil con mucho poder.
A su lado, una caterva de aristócratas, eclesiásticos, militares y funcionarios advenedizos, tan ineptos como su Rey, tan anticuados, tan obsoletos, tan ladrones…que fueron capaces de echar a perder la herencia que habían recibido de aquel supuestamente glorioso imperio español.
Entre ellos, el autor ha elegido especialmente a tres personajes de origen vasco, seguramente para recordarnos en la historia que algunos de nuestros antepasados fueron colaboradores de aquel desastre social que supuso el reinado de Fernando VII, impulsores de la decadencia del país.
Escoiquiz, profesor y confesor del Rey; Eguía, general y brazo armado de la represión irracional contra los liberales, y sobre todos ellos ANTONIO UGARTE, el protagonista de la obra.
Esta es la historia del ascenso y fracaso de ANTONIO UGARTE, un luchador por la vida, que para sobrevivir en el contexto viciado de la corte madrileña, acaba siendo utilizado como tonto útil por los arribistas corruptos, y por el propio Rey Fernando, destacando por su inteligencia práctica, su capacidad de adaptación y su falta de escrúpulos, hasta conseguir el favor del monarca.
De origen vizcaíno, llega a Madrid con 15 años, trabajando como verdulero y mozo de cordel, después como profesor de baile y a partir de entonces comienza su ascenso en la escala social. Llegaría a ser agente de Indias de los Cinco Gremios Mayores de Madrid, aunque es más conocido por su papel como agente de los sucesivos embajadores de Rusia, el barón Strogoff y Tatischeff. Fue además secretario privado del monarca.
De especial relevancia fue su intervención en 1817 en la compra de naves rusas para la Marina Española que resultó un completo fracaso y uno de los mayores escándalos de corrupción del reinado al haberse pagado una elevada cantidad por un conjunto de naves inservibles.
Así que hemos viajado a principios del siglo XIX, y por eso hemos buscado la inspiración en Francisco de Goya para el vestuario, la iluminación, las coplillas populares y la percusión, las coreografías de folklore clásico y contemporáneo, la dramaturgia de farsa esperpéntica, la puesta en escena de claroscuros, picarescas y tenebrismos de tradición ibérica.
Esta es la historia que queremos contar, la historia del ascenso y fracaso de ANTONIO UGARTE, secretario de Fernando VII:
para divertir al público con bufonadas, canciones y bailes,
para crear un teatro libre de artificios escénicos, en que la base sea el trabajo de actor, puro y duro,
para ejercitar el teatro coral, físico y energético al que aspiramos,
para explorar las posibilidades de encontrar algún destello de Belleza en la Feo, y si así fuera, disfrutar de ese sentimiento fugaz; presentir lo improbable, y la vibra ridícula de lo más horrendo,
para construir ritmos de vida alegre, y descansitos reflexivos; tempos de diversión y verdad,
para comprender el origen del fracaso político y social de este país, y reírnos de ello
para reírnos de nuestros gobernantes, y de nosotros,
para reír de las tonterías que inventamos,
para estar todos juntitos y pasarlo bien,
para jugar.