CEUTA, CIUDAD Y FRONTERA
Exposición de fotografía
Fidel Raso.
Ceuta deja un sinfín de interrogantes. Una ciudad militarizada que se encuentra en continua tensión por tratarse de la puerta de África a Europa.
Aunque Ceuta desarrolla multitud de acciones entorno a la integración multicultural y religiosa se encuentra sometida a tener un continuado desafío de la inmigración y se encuentra con un olvido institucional.
Por lo que se muestra una ciudad con múltiples asentamientos ilegales, una ciudad tomada por el ejercito y policía. Que retrasa cualquier decisión de mejora social y cultural a corto plazo. A lo que hemos de añadir el bronco ambiente que las instituciones y los partidos políticos mantienen en la ciudad.
El fotoperiodista Fidel Raso retrata la situación desbordada de estos hechos dando visibilidad a lo que acontece.
Ceuta ciudad y frontera
Ceuta, aunque parezca tópico, es una gran desconocida en su propio país. Durante buena parte del siglo XX, las únicas referencias que se manejaron sobre ella en la península fueron la ‘mili’ y la legión. Esa atención preferente respecto a lo militar se ha desviado hoy en día hacia la frontera, porque Ceuta —como señala Fidel Raso en el título de esta exposición— es ciudad y frontera, en su caso, con un país subdesarrollado, Marruecos, del que le separan ocho kilómetros de doble valla.
La Ciudad Autónoma de Ceuta no sólo es, sino que ha sido a lo largo de toda su historia, un crisol de culturas. Ha habido que esperar hasta el año 2004 para que se descubriera su primer asentamiento conocido, que data del siglo VII antes de Cristo. Desde entonces, fenicios, romanos, árabes y cristianos la han poblado en sucesivas oleadas. En nuestros días, cuenta con unos 75.000 habitantes y muchos se refieren a ella como la ciudad “de las cuatro culturas” porque a los cristianos, practicantes o de origen, se suma un 30 por ciento de musulmanes, unos 600 miembros de la comunidad judía y cerca de 200 familias hindúes. En Ceuta se oye por igual el tañido de las campanas de las iglesias católicas que la llamada al rezo desde los minaretes de sus mezquitas; se celebra la Navidad, el Yom Kipur, el Ramadán y el Diwali.
Esa realidad queda, empero, minimizada frente a las noticias relacionadas con la frontera. El Tratado de Schengen facilita el paso de ciudadanos entre provincias limítrofes de distintos países sin necesidad de pasaporte, por lo que unos 20.000 tetuaníes cruzan a diario la frontera para trabajar en Ceuta. El paso fronterizo del Tarajal se ve colapsado a menudo por el trasiego de los conocidos como ‘porteadores’, hombres y mujeres que cargan sobre sus cuerpos enormes bultos de mercancía comprada en la ciudad y que trasladan a pie para venderla en su país. Esta actividad genera un volumen de negocio anual de unos 1.300 millones de euros, oficioso por cuanto no existe una aduana comercial. Algunos optan por lanzar los bultos de contrabando por encima de la valla fronteriza, de tres metros de altura, por lo que se les conoce como ‘voleibolistas’.
Otros de los que, a su pesar, protagonizan la actualidad ceutí son los inmigrantes, la mayoría, subsaharianos y argelinos, acogidos en el Centro de Estancia Temporal (CETI), aunque las noticias más espectaculares suelen recoger los intentos de otros muchos por cruzar la frontera que les separa de la miseria valiéndose de los más insospechados y arriesgados métodos, escondidos entre las piezas del motor de un coche o, por mar, acompañados de ‘aleteros’, nadadores con traje de neopreno.
Ceuta es, al fin, una bella ciudad, bañada por un mar y un océano y también por algunos de los males que acosan a la humanidad, más visibles en ella por su condición de límite entre el “tercer” y el “primer” mundo.
Tamara Crespo
(Periodista de El Faro de Ceuta)